A uno se le acabó el tiempo de gobernar al país, al otro entró la angustia de no poder gobernar nunca. Manuel Zelaya, presidente electo de Honduras y Roberto Micheletti, presidente frustrado de siempre, los dos querían apurarse.
En un país en miras de las elecciones, Zelaya ya no quedaba tiempo para hacer cambios en la constitución y Micheletti temía que otro presidente - Chávez maneja también los tiempos - se le mete por delante. Así se produjo el golpe.
En vez de hacerle juicio al presidente constitucional y apresurado, las instituciones de Honduras lo echaron del país – de la noche a la madrugada, en pijama y con la ayuda de los militares. Sin esperar se instauró a un nuevo presidente instantáneo. A éste ni quedó tiempo para invitar a la una u otra autoridad representativa de otros países a la fiesta.
La comunidad internacional condenó el golpe civil - militar, pidiendo la inmediata restauración del estado anterior. Al gobierno instantáneo congelaron los fondos para el desarrollo del país.
El pueblo polarizado de Honduras comenzó a invadir con manifestaciones las calles. El gobierno instantáneo dictó un toque de queda tras otro.
Dos intentos de mediación quedaron sin resultado.
El presidente constitucional entró por la puerta trasera a su país para seducir a sus ex – generales. Después de una estadía de apenas dos horas en su patria tuvo que volver al exilio sin resultado.
El presidente instantáneo tuvo que pagar la mensualidad que corresponde a la policía nacional. Ésta estuvo a punto de levantarse por falta de pago. En Honduras solamente un policía puede detener a un presidente.
Ahora sí, se les ha acabado su tiempo. Ahora menos es más y ahora el más lento llega más seguro. Y lo que también es seguro, las cosas caen lentas, pero cuando caen, lo hacen por su propio peso.
NyP 07/2009
imagen: screenshot de CNN en español